Isa 1:18
"Venid, pues, dice Jehovah; y razonemos juntos: Aunque vuestros pecados
sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como
el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.
¿En que pensamos cuando decimos
que somos hijos de Dios?.....
¿Por qué si hemos dicho que somos
sus hijos nos va mal y no vemos la gloria que Él nos prometió?
Muchas veces pensamos que con ir
a alguna parte, cantar unas cuantas canciones o con pedir perdón de vez en
cuando, estamos viviendo una vida para Dios. Es más, creemos que con confesarle a alguien que somos “cristianos” o
con orar cuando algo nos preocupa, estamos haciendo nuestra tarea como hijos de
Dios.
En Isaías 1:18 Dios nos habla
acerca de nuestras transgresiones, nuestros pecados. No obstante, es importante
clarificar algo: pecado significa
fallar, errar el blanco, si alguna vez has jugado algún juego de puntería sabrás
que hay solo un punto para el premio máximo, los demás se pueden acercar, pero
no lo son. Por eso, también estamos pecando cuando no hacemos lo que el Señor
nos ordena o no enseña.
Si nos damos cuenta, este versículo nos da a entender que nuestros
pecados podrían llegar a ser rojo a rojo intenso, a tal extremo, que nuestros
pecados podrían ser de muerte, tanto
para nosotros como para nuestras generaciones. A pesar de esto, grande y
misericordioso es Dios para transformar la profundidad de nuestras faltas hasta
que sean tan blancas como la nieve.
Yo mas de una vez pensé que este
era un versículo para evangelizar, porque en evangelismos la he escuchado
muchas veces, pero si nos fijamos en todo el capitulo 1 de Isaías, en realidad
es una exhortación a su pueblo, es decir, a nosotros.
En los versos 2 y 3 del mismo
capitulo dice:
Isa 1:2 ¡Oigan, cielos!
¡Escucha, tierra! Así dice el Señor:
"Yo
crié hijos hasta hacerlos *hombres, pero
ellos se rebelaron contra mí.
Isa 1:3 El buey conoce a su
dueño y el asno el pesebre de su amo;
¡pero
Israel no conoce, mi pueblo no
entiende!"
Dios nos saco del horno de fuego al
cual estábamos destinados por nuestros pecados, pero su amor es tan inmenso que
nos hizo realmente hijos de Él. A pesar de esta demostración de verdadero amor,
nosotros nos empecinamos en comportarnos rebeldemente. A veces llegamos a
pensar “nooo, Dios no me va a decir que haga (o que deje) eso, porque me ama”,
y nos seguimos revolcando en nuestros excrementos. Según el versículo de
arriba, se nombran dos animales: el buey y el burro. Quisiera enfocarme en este
último. El burro es conocido por su
mansedumbre y por su capacidad de trasladar cargas. Pero si no comparamos a
este animal, lamentablemente nosotros
muchas veces no hemos sido humildes, por eso no conocemos a nuestro Señor, y como si fuera poco, esta
falta de humildad nos impide conocer son las moradas de nuestro Dios. Por nuestra
arrogancia no hemos llevado la carga (cual burro) de ser un hijo de Dios. Y
esta falta se evidencia en que, por ejemplo, si nos llevamos bien con todos o si
no hemos confrontado a alguien por ser hijos de Dios, entonces algo estamos
haciendo mal (Mat 10:32 nvi)
Pensamos que somos hijos de Dios
solo por costumbre. Hemos escuchado que Dios escoge a lo vil y despreciado del
mundo, y es cierto, pero no nos escoge
para que sigamos siendo así, debemos dejar nuestros pecados color escarlata,
mirar a Cristo y volvernos limpios como la nieve.
La versión NVI dice en el verso
5:
¿Para qué recibir más golpes? ¿Para qué insistir en la rebelión? Toda su cabeza está herida, todo su corazón está enfermo.
Si queremos que nuestro
estado cambie, no podemos estar con las
mismas costumbres antiguas: no somos simples simpatizantes, sino que debemos
dejar la rebelión y aceptar que debe ser Dios el Señor de nuestra vida. Pero
esto no basta solo con decirlo como un loro y seguir mandando y gobernando todo
lo que hacemos, por el contrario, debemos perder el control de nuestras vidas y
entregársela a Él.
Si
no cambiamos nuestras conductas, entonces Dios repudiará lo que hagamos. Por más que adoremos, levantemos las manos o cantemos, todo eso no
importará si insistimos en ser rebeldes y nos empecinamos en seguir con
nuestras conductas que el Señor aborrece (Isaías 1:13-15).
Debemos cambiar, dejar de pecar.
….Seamos distintos, hagamos cultura, despojémonos de la
inmundicia …